El concepto llegó impuesto de la mano del Cambio que enarbolaban los representantes del Macrismo en Tierra del Fuego. Las empresa se expanden y se reconvierten, y nuestro polo industrial comienza a estar cada vez más alejado de ese nuevo esquema ¿Qué es la reconversión y cómo hay que encararla? Lo intentaremos descubrir en esta nota.
La nota tenía aires de comunicado de prensa. En el título dejaba claro el mensaje: “BGH redefine su negocio y pone más énfasis en los servicios”; en el texto, y lejos de las sorpresas, el comunicado recoerdaba que “el nombre está asociado a electrodomésticos, y llegaron a tener 2.500 empleados en su fábrica de Tierra del Fuego. Hoy quedan 900, con una producción mucho más acotada. Líneas completas, como las de computadoras, fueron desactivadas con la eliminación de aranceles de importación por parte del Gobierno”.
BGH apostó a diversificar actividades y se ocupó de “desarrollar el área de Tech Partner, mayormente integradores de tecnología para terceros. Por ejemplo, armaron el sistema de control de desagües pluviales de la Capital. Y ahora están haciendo una propuesta similar en Yakarta”.
“Los accionistas retomamos el control para rearmar esta estrategia, esta redefinición de la empresa, pero será sólo por un tiempo, vamos a volver al modelo de profesionalización de la gestión” cerraba el comunicado de la compañía en voz de Diego Teubal, uno de los tres primos que ahora controla la compañía.
Redefinición: eso es lo que hizo BGH, y es el principio que seguirá a muchas otras. ¿Qué quiere decir? ¿Que las fábricas como las conocemos se van a cerrar? “Esto pasa cuando las empresas dejan de fabricar porque pueden importar”, opina Cristian Alvaro, ingeniero en electrónica, uno de los dueños de Automatismos RG, un emprendimiento en el ámbito del desarrollo de automatización que trabaja en la implementación de la robótica en las líneas de fabricación.
“BGH más que reconvertir hace lo que más le conviene. Y van a seguir otros”, asegura y remarca que “la electrónica está bien siempre que esté cuidada”. El sub régimen de promoción industrial del que depende la industria fueguina en su totalidad -siempre al vilo de la caducidad-, nunca logró imponerse como política de estado a largo plazo.
Así como durante los 90 el modelo neoliberal de Carlos Menem no tuvo que hacer nada sobre los decretos más que abrir las importaciones, los 12 años de impulso a la industria nacional que trajo el Kirchnerismo tampoco dieron garantías más allá de la caducidad del decreto actual. Hoy en manos del Macrismo, el ciclo neoliberal se repite.
A los fantasmas que recorrían las fábricas en épocas de elecciones, donde sugerían votar por Daniel Scioli para no perder el trabajo, se le sumaban declaraciones del entonces diputado del PRO Gastón Roma hablando de reconversión de la matriz productiva. Marcos Peña, pocos meses atrás, ante la consulta sobre la extensión del sub régimen aseguró que “estamos a 6 años del vencimiento de la ley y no hay ninguna posibilidad ni intención de adelantar esa discusión en este momento. Está claro que tenemos tiempo y que tenemos la posibilidad de discutir, más allá de los bienes primarios. Tanto el sector del turismo como la logística en la Antártida como otras industrias que se pueden desarrollar, son prioridades para nosotros”.
Reconversión y reconversión
Las empresas se expande y se adaptan. ¿Nosotros deberíamos hacer lo mismo? ¿Por dónde empezamos? “Tanto las empresas como las sociedades viven un constante cambio, a nivel global. Y esto nace desde que nació la globalización. Las empresas y las sociedades se expanden y se adaptan a todos los cambios. Es necesario, el que no sea adapta termina cayéndose de toda esta globalización”, plantea otro profesional del área quien prefirió opinar en off. [N. de R.: sin dar a conocer su nombre]
“Nosotros como sociedad tenemos que estar preparados para los cambios y tener la mente abierta para poder adaptarnos. Tenemos una industria muy fuerte como la electrónica que genera puestos de trabajo genuinos”, recuerda y menciona a otro actor indispensable en el esquema de reconversión: la sociedad.
En línea con la falta de avance en la industria como una política de estado, lejos de la orientación ideológico partidaria, el especialista señala como “uno de los lugares por los que tendríamos que empezar a adaptar es todos lo relacionado a la logística: a la aduana, al puerto de Tierra del Fuego, que realmente eso necesita ser adaptado a lo que verdaderamente somos: una provincia industrial. Uno de los principales puntos a reconvertir es el puerto. Ahí es uno de los grandes problemas que sufre la industria de Tierra del Fuego”.
Por una cosa o por otra, el puerto de Río Grande nunca pudo concretarse. No solo eso, las condiciones estructurales del propio parque industrial atentan contra la eficacia en la logística. Calles de tierra que se convierten en pantanos durante parte del invierno, donde conviven camiones gigantescos con cientos de miles de autos que sus empleados intentan estacionar donde pueden porque tampoco hay estructura para eso. La pregunta es inevitable: ¿realmente queríamos tener industria? Sigamos.
“El Ministro de Industria fue uno de los primeros en hacer hincapié en el cambio de matriz productiva -recuerda Alvaro-, no es fácil. FAMAR es la única autopartista seria”. La mención recuerda el trabajo por incluir a Tierra del Fuego dentro de las beneficiadas por la ley de fomento al autopartismo que establece un contenido mínimo nacional del 30% en el arranque.
Hasta el momento la industria autopartista, a diferencia de la electrónica, no contaba con ningún tipo de incentivo: “competimos mano a mano en el mercado internacional”, recuerda el ingeniero, quien además se ocupa del área de robótica de la planta en Río Grande.
El otro profesional del área opinó que “la reconversión, tomada desde las bases de la matriz productiva de la provincia, es positiva del lado que hay que potenciar todo lo que hoy hay. Ya sea exportaciones de turba, de los productos genuinos de la isla: la electrónica, plásticos, textiles. Reconvertir no tiene que ver con dejar de hacer lo que estamos haciendo hasta ahora y migrar hacia otro rubro”.
“Reconvertir es mejorar la matriz que hoy tenemos sin eliminar lo que se está haciendo” apuntó el especialista en procesos productivos, de la mano con el discurso que tuvo en boca el mismo Ministro de Industria Ramiro Caballero, donde destacaba constantemente la “capacidad instalada” que tiene la isla. En este caso, Alvaro coincide en que “en muchos aspectos sí, en SMT (Surface Mount Technology, o Dispositivos de Montaje Superficial). En montaje cambia, pero la inversión grande ya se hizo, que es la parte del chipeo”.
“Habría que ver dónde están los distintos expertisse” opina por su parte Alvaro, “para ser autopartista de movida tenes que tener ISO” que involucra una auditoría profunda en el desarrollo de los procedimientos.
El ingeniero y emprendedor es crítico en remarcar que “Argentina no diseña ni siquiera el software de un TV”, y ejemplifica nuevamente con FAMAR, que ha desarrollado sus propios diseños en auto-radios. “La mayoría hace bulid-to-print y traen las partes para acá”. Es decir que tanto los diseños como el software son importados en la mayoría de los casos.
Otras industrias
Sin dudas la tendencia está marcando el camino. Una de las líneas de desarrollo que más lógica tendría poner en marcha es la del software. “En la isla no está desarrollada, pero es el momento”, opina el emprendedor en robótica. Los costos de inversión para el desarrollo del softwares son relativamente menores a los que se han hecho hasta el momento en la industria local.
“Se puede diseñar mecánicamente en Argentina” dice Alvaro, en referencia a los televisores. “No se puede fabricar el LCD e integrados porque nadie puede, eso pertenece a China; pero nadie dice que no puedas diseñar el hardware de la TV, la mecánica. El problema es que lo tenés que incentivar y en Argentina quieren comprar todo afuera”.
¿Por dónde pasa entonces la reconversión? ¿Mejora en la producción? ¿Diversificación productiva? El otro experto en el área que es parte de esta nota opina que “principalmente por mejorar la competitividad y la productividad de todos los procesos productivos dentro de la isla. No solo la electrónica, sino todas las industrias radicadas en Tierra del Fuego; y la ampliación de productos”.
“Tener la posibilidad de ampliar los productos hacia el rubro automotriz”, asegura en coincidencia con Alvaro y explica que se trata de productos “mucho más estables a largo plazo. No son productos que cambian cada 6 meses, lo que genera un cambio permanente en todos los procesos productivos. Poder ser parte como provincia proveedora a las terminales automotrices de toda la electrónica a automotriz es un punto importante”.
Importación compulsiva vs Industrialización
La importación es el camino fácil. Fácil, barato, sin grandes costos de inversión, sin responsabilidades patronales, sin un gremio exigente ni siquiera una sociedad reclamando responsabilidad social empresaria.
Pero la importación tiene otro costo además de la cuestión laboral dentro del desarrollo industrial de un país. Alvaro plantea que “no solamente sacaste los dólares para el Chino, sino que además es mejor haciendo lo que hace. Le da rentabilidad y lo re invierte”, es decir, potenciamos la industria China y “cuando querés entrar en el juego ya está lejos. Cada día se separan más del resto y te terminas convirtiendo en Chile”, que posee hoy una carencia industrial total.
La pregunta hoy viene por más por ese lado ¿Qué tipo de industria queremos? ¿Queremos sostener lo que tenemos o queremos desarrollar verdadera industria fueguina?: “sostener tiene patas corta -plantea el ingeniero-, no tiene que ver con el tamaño, tiene que ver con las ganas”.
El rol del Estado este punto es clave ¿Qué políticas son necesarias para que una ‘reconversión de la matriz productiva’ sea sustentable?: “toda decisión industrial va a estar apoyada en una participación importante del Estado. Es clave para el desarrollo industrial. A partir de ahí, el Estado necesita tener una política de desarrollo industrial mucho más concreta y a largo plazo. Parte de eso es dar proyección a todas las industrias radicadas en Tierra del Fuego y en el país en sí de un programa de desarrollo e innovación a 10, 15, 20 años para poder incentivar decisiones industriales”, opina el CEO de otra empresa.
“El desarrollo industrial de Brasil solo es sostenible en el largo plazo, ninguna industria es cortoplacista. La industria se maneja diferente a las cadenas de retail, y ese es el gran problema que tiene Argentina. A partir de esta decisión a largo plazo, vienen aparejadas también decisiones de inversión o infraestructura”.
El ejemplo es Río Grande concentrando el 80% de la industria y sin un puerto. No está desarrollada la logística, la aduana, para ser competitivos también en el área de servicio hacia la industria. Tenemos un puerto en Ushuaia con prioridad turística lo que da la pauta de lo lejos que estamos de poder ser competitivos en una industria tan alejada de los centros urbanos más populares.
La otra pregunta que surge en medio es ¿por qué no se hizo antes? ¿por qué no se exigió desarrollo integral de producción a las fábricas, por qué no se apuntaló la mejora en el desempeño logístico y las industrias complementarias? Alvaro cree que “fue más por desconocimiento. Estaba todo pero no se pusieron las condiciones” y recuerda que “las políticas industriales desaparecieron hace varias décadas”.
De a poco, la industria nacional dejó de ser la promesa pujante que había sido en sus años mozos. Estancada, la industria fueguina se encuentra frente al desafío y exigencias de los nuevos administradores que buscan rédito económico a menores costos, pero desconocen su rol como resolutivo en el desarrollo para estar a la altura de esas exigencias. O lo quieren obviar, dejando a la industria a su suerte.
La decisión entre país industrial y país importador es clave. El resto son desafíos que la industria y la sociedad fueguina deberían comenzar a tomar seriamente. Existen más componentes por fuera de los factores de producción, la automatización y el desarrollo tecnológico. Existe un marco social en el cual las industrias deben desarrollarse, acompañadas por políticas públicas que fomenten las mismas. Las actuales y las complementarias ¿la clase política está a la altura? ¿la sociedad está a la altura? Preguntas que dejamos en el tintero para seguir analizando.
Pablo Riffo