Un experimentado jinete que durante las últimas tres décadas guió a innumerable cantidad de personas a través del inhóspito extremo oriental de la isla de Tierra del Fuego. En diálogo con EL ROMPEHIELOS, Adolfo relató su historia y experiencias en Península Mitre.
Días atrás la legislatura de Tierra del Fuego, en un hecho histórico, comenzó el tratamiento del proyecto de Ley para la creación del Área Protegida Península Mitre. Son muchas las personas que han trabajado durante años para que este momento sea una realidad. Una de ellas es Adolfo Imbert, cuya vida se encuentra íntimamente relacionada con aquel lejano y cautivador lugar. Nacido en Chaco, la familia de Adolfo se radicó en Tierra del Fuego en el año 1981. “Como en muchos casos, mi familia se trasladó a Ushuaia para trabajar y buscar nuevos horizontes y oportunidades laborales”, relata Imbert, quien desde muy pequeño comenzó su labor de llevar gente al extremo oriental de nuestra isla. “Mi actividad relacionada con la península se inicia en el 85 cuando con un grupo de compañero s de escuela nos contratan para realizar la logística y el traslado de cinco científicos finlandeses que tenían un trabajo que desempeñar en Península Mitre”. A partir de ese momento los viajes a caballo tan apartado territorio se convirtió en parte de la vida cotidiana de Adolfo, quien es la persona buscada para guiar expediciones científicas y turistas en busca de aventuras.
“Desde el primero momento, Península Mitre ha representado una atracción en lo personal por ser un lugar que encierra historias de aventuras, anteriores y contemporáneas” explica Adolfo. “Todo ello ha despertado en mí el interés por proteger el lugar para garantizar que futuras generaciones lo puedan seguir disfrutando como lo he hecho yo. Con mi familia asumimos ese compromiso de llevar gente, sobre todo a chicos con nuestra escuela de equitación que funcionó en Ushuaia hasta el 2003, para que fueran ellos quienes en el futuro defiendan ese lugar, cosa que ya está sucediendo. Muchos de ellos hoy rondan los 30 años y en este momento ocupan lugares importantes en esta actividad comunitaria que apoya y empuja la idea de la protección de Península Mitre”, relata Imbert.
Siendo un pionero del turismo en aquella región, pero al mismo tiempo sintiendo un cariño muy profundo por sus paisajes e historias, Imbert ha sido uno de los actores más insistentes en la protección de Península Mitre. La actividad que lleva adelante es un claro ejemplo de que el turismo y la conservación pueden desarrollarse a la par. “Los viajes que organizamos consisten en una cabalgata de 10 días de duración por la costa norte de Península Mitre, comenzando en la Estancia María Luisa, pasando por los puestos de La Chaira, Rio Bueno, Estancia Policarpo y Bahía Thetis, donde hacemos una pausa de un día libre. Desde allí hacemos un trekking hasta cabo San Diego, el extremo de la Isla Grande de Tierra del Fuego” explica Adolfo, y agrega que “esta travesía permite disfrutar del manejo de caballos de la zona e ir descubriendo paso a paso la increíble belleza natural que Península Mitre tiene para ofrecer. Se trata de una actividad de bajo impacto, con pocos jinetes que elije visitar nuestra provincia debido a su lejanía, el aislamiento y el atractivo que la historia y la naturaleza que la región encierra”. El turismo de aventura por lugares remotos es cada día más requerido por un turismo que busca naturaleza prístina, sin intervención humana, para recorrer sitios en contacto con el ambiente puro que, por lo general, les es difícil de encontrar en sus países de origen. Tierra del Fuego aún conserva espacios así, por ello es tan tentadora para el turismo internacional. Por ello es importante el desarrollo de la actividad buscando la forma de conservar ese recurso, que no es otro que el de una naturaleza prístina. Para Imbert la creación del Área Protegida es fundamental. “Las posibilidades de desarrollar un lugar con un marco de protección son absolutas. Esta ley contempla distintas categorías de uso, lo que nos va a permitir enmarcar cada actividad dentro de una de ellas para que se puedan desarrollar de forma moderada, sostenida, controladada y compatible con la conservación del lugar” explica, y agrega que “la ley que estamos impulsando prevé una categoría para que una pequeña porción de territorio sea utilizada con actividades turísticas, tanto las existentes como las que se podrán desarrollar a futuro. Creo que el turismo puede ir de la mano de la conservación, pues un ambiente conservado es un gran atractivo turístico”.
Con la inminente sanción de la ley para proteger a Península Mitre, muchas personas como Adolfo Imbert tienen toda su expectativa puesta en la legislatura, pues significa mucho más que la aprobación de una ley. Se trata de la culminación de una vida de anhelos y sueños. Para Imbert se trata de “un desafío personal, y por esa razón recorrimos un camino muy largo, con mucha ilusión, para que la Península Mitre tenga una ley que proteja su patrimonio natural y cultural para siempre”.
Abel Sberna